Lector: el relato que sigue a continuación me fue confiado a la vez con un dilema: se dejó librado a mi conciencia el transmitirlo y al mismo tiempo se me sugirió no hacerlo.
He decidido escribirlo confiado en la pobreza de memoria de mis lectores. Sin embargo, es mi obligación sugerirles que no lo lean, especialmente a los más débiles y a los más jóvenes, no es mi deseo anticiparles ciertas cuestiones que, sumadas algún día a otras que aportarán ustedes mismos, les hagan pensar en lo vano de la vida. Aclarado esto, allá ustedes si persisten.
Ana Clara comenzó a sentarse lentamente sobre la tabla del inodoro. A medida que su cuerpo descendía, sus piernas fueron copiando la forma de la tapa hasta quedar totalmente apoyadas. Sin embargo, los costados de las nalgas siguieron bajando, la gravedad curvó las partes mas blandas, hasta que suavemente se estabilizaron algo más abajo que el resto del torso.
La posición era cómoda, había recostado la espalda sobre la pared, de tal modo que todo su cuerpo quedaba ahora relajado. Tomó el libro y lo puso sobre su falda, apoyó el lápiz sobre el borde del lavabo y comenzó a leer. El libro era una edición de tapas blandas de Álgebra y Trigonometría para 3º año de Lehman. Ya había estudiado el “Teorema de Pitágoras” y “Pirámides, conos y esferas”, pero desde ayer estaba obsesionada con el capítulo “Relaciones de los triángulos rectángulos”. Había pasado la noche casi sin dormir pensando en las correspondencias entre los ángulos y los lados. Las pocas horas que había dormido fueron acompañadas por procesos inconscientes en donde la obsesión se continuaba en forma de extraños sueños. Tal vez el más raro haya sido aquel en el que se veía a sí misma con forma de porción de pizza cortada en ángulo recto, su cuerpo esponjoso era vorazmente comido por un niño, quien a su vez era deglutido por un pacman (posiblemente “BLINKY”); su boca también triangular era desmesurada y se abría y cerraba sin compasión.
Paradójicamente, ahora en el baño no estaba cansada ni tenía sueño, por el contrario se sentía muy despierta; su mente, nutrida durante la noche en el mundo de las relaciones angulares, parecía prometerle increíbles descubrimientos.
Ana Clara miró por milésima vez la figura del triángulo rectángulo. Estaba obsesionada particularmente con el ejemplo en el que la base mide 3, la altura 4, y la hipotenusa 5.
En Egipto se había comenzado a usar esta relación para construir con ángulos rectos y, según había leído, las pirámides de Giza y todas las construcciones posteriores de la antigüedad, incluso las griegas, basaban su realización en este conocimiento.
3, 4, 5. Pensaba en esa secuencia numérica como en la punta visible de una revelación trascendente y oculta. No podía ser casual la secuencia perfecta, ¿pero cuál era la respuesta a este enigma?
Entonces Ana Clara piyó. Un chorro abundante golpeó contra el agua del inodoro acompañado por ese sonido inconfundible del líquido contra el líquido. Sin embargo, a pesar de la sensación y el ruido, su conciencia no lo percibió; agudizada en ese instante su lucidez, una cadena de razonamientos la hizo susurrar:
“El 3 es la unión del uno hombre y el uno mujer, y si bien son dos, y son uno cuando procrean, son 3 con su prole, es decir que 3 es el número que define la continuidad infinita de la vida.”
Cuando los esfínteres ya relajados dejaban caer las últimas gotitas de orín, tomó el lápiz y en el margen de la hoja escribió: 3+4=7 y 4+5=9. “Entre siete y nueve son los meses necesarios para la gestación, un segmento de tiempo que transforma la inmadurez del feto en la perfección del niño. Entonces los números que componen a este triángulo explican la intención de la vida, y la clave es el 5, la hipotenusa, el vector que cierra el polígono; y así como el arco unido al violín define su música, el valor de este segmento definirá el objeto de la vida. Es el número esencial; el 5 entonces, relacionado con los números anteriores, será, será…”
Pero en ese momento cayó la última de todas las gotas de pis, y en el instante preciso en que golpeó contra la superficie del agua, la luz del baño comenzó a titilar. El ritmo de los destellos era constante, y el contraste entre luces y oscuridades asombrosamente extremo.
Ana Clara se sorprendió, pero no tuvo miedo, había nacido con el estigma de los que creen que habrá en sus vidas un sentido trascendente, no concebía que su existencia pudiese ser como la de los demás, una sucesión monótona de días que terminaban inexorablemente con la muerte; tenía solo quince años y sabía que algo sucedería.
-Ana Clara- la voz se oyó nítida y los tonos graves retumbaron entre las paredes del pequeño baño.
Miró al libro, pues la voz venía desde encima de sus piernas, y vio que en los espacios de las hojas donde antes estaban impresas las fórmulas algebraicas, ahora había letras griegas; letras que formaban palabras y que hablaban con la voz de un hombre.
-Ana Clara, aunque los Dioses nos han concedido poco tiempo juntos, debo presentarme: soy Arquímedes de Siracusa y aquí están conmigo Euclides de Alejandría y Pitágoras de Samos, juntos hemos esperado casi 2.500 años este encuentro.
La niña no se inmutó, realidad y fantasía son cuestiones concernientes a las sospechas, y ella jamás dudaba. A los ocho años un suceso determinante había ocurrido en su vida: sus padres instalaron DirecTV en el televisor de su cuarto, entonces los conocimientos en forma de ondas digitales invadieron su cerebro. ¿Verdadero, falso? ¿Cual es la diferencia cuando la imagen muestra las ideas y los hechos en perfecta definición?
La luz por un momento se había estabilizado, ahora el baño estaba en penumbras y sólo las letras brillaban y decían:
-Ana Clara, millones y millones de hechos relacionados entre sí por leyes que los hombres desconocen, han sucedido para que ahora podamos estar aquí. Ana Clara, nuestra Mesías, no hay preguntas, sólo una que la cobardía de los hombres ha desglosado en miles.
Ana Clara entonces dijo en voz alta: ¿Qué es la vida?, y se contestó luego a sí misma: La vida es el número 5.
-Sí, el número 5 -dijo Arquímedes-, el pentagrama invertido, el quinto elemento, lo sabemos, pero es necesaria tu sabiduría para revelar su significado. Debemos apresurarnos, Ana Clara, todo esto está sucediendo en menos de un nanosegundo, que para nosotros durará un minuto y medio de tiempo relativo; sólo disponemos de este momento para conocer la respuesta. Es que en este nanosegundo todos los líquidos, absolutamente todos los fluidos del Universo estarán en armonía. Hace 25 siglos nuestros cálculos preveían esta coordinación de mareas, esta alineación de cadencias y viscosidades. No tengo tiempo para explicarte todo el proceso, pero tu orina desplazó un volumen de agua equivalente a través del sifón del inodoro, y esto completó un complejo círculo de concordancias. Alguien en este momento en el pueblo de Bougou, en Senegal, no morderá un dátil, las olas del Mar Egeo se están coordinando en una perfecta cadencia que se corresponderá en las mareas del Mediterráneo, y aquí mismo el agua que ha puesto al fuego tu madre no hervirá hasta dentro de 2 segundos. Si tan sólo alguien tragara saliva quebraría esta epifanía, en la que el líquido que compone tu cerebro en una pleamar inducida por el equilibrio de las cosas, ha adquirido la consistencia perfecta de la lucidez.
-Ana Clara -la voz ahora era gruesa y reverberante-, Ana Clara: ¿qué es el número 5?
En tiempos tan cortos que se parecían a la nada, pasaron por su mente infinitas imágenes, mapas, batallas, emociones, colores, una secuencia aparentemente incoherente, pero que Ana Clara ordenó en forma perfecta. Entonces sonrió y sus ojos se pusieron blancos y su voz sonó como la de una santa:
-El 5 no es otra cosa que aquello que estuvo siempre ante nosotros con su presencia constante, aquello que intuíamos en sueños, el 5 es…
En ese momento, la felicidad, la epifanía misma relajó su cuerpo a tal punto que una gotita de pis cayó sobre el agua del inodoro.
-¡NOO! -gritó Arquímedes mientras las letras se desvanecían.
Por un instante, mientras el ambiente recobraba su luz habitual, Ana Clara creyó oír unas palabras en griego que no comprendió.
-El 5 –repitió-, el 5 es… Pero ya no lo sabía, nuevamente pensó en el 3, en el 4 y en el 9. Miró el libro y volvió a repasar las relaciones del triángulo rectángulo. Luego se acordó de que ya estaba comenzando en Animal Planet un documental sobre los delfines que no quería perderse; se limpió y apretó el botón, luego se incorporó, y mientras se oía el sonido del torrente del agua arremolinada llevándoselo todo, también ella, finalmente, salió del baño.
He decidido escribirlo confiado en la pobreza de memoria de mis lectores. Sin embargo, es mi obligación sugerirles que no lo lean, especialmente a los más débiles y a los más jóvenes, no es mi deseo anticiparles ciertas cuestiones que, sumadas algún día a otras que aportarán ustedes mismos, les hagan pensar en lo vano de la vida. Aclarado esto, allá ustedes si persisten.
Ana Clara comenzó a sentarse lentamente sobre la tabla del inodoro. A medida que su cuerpo descendía, sus piernas fueron copiando la forma de la tapa hasta quedar totalmente apoyadas. Sin embargo, los costados de las nalgas siguieron bajando, la gravedad curvó las partes mas blandas, hasta que suavemente se estabilizaron algo más abajo que el resto del torso.
La posición era cómoda, había recostado la espalda sobre la pared, de tal modo que todo su cuerpo quedaba ahora relajado. Tomó el libro y lo puso sobre su falda, apoyó el lápiz sobre el borde del lavabo y comenzó a leer. El libro era una edición de tapas blandas de Álgebra y Trigonometría para 3º año de Lehman. Ya había estudiado el “Teorema de Pitágoras” y “Pirámides, conos y esferas”, pero desde ayer estaba obsesionada con el capítulo “Relaciones de los triángulos rectángulos”. Había pasado la noche casi sin dormir pensando en las correspondencias entre los ángulos y los lados. Las pocas horas que había dormido fueron acompañadas por procesos inconscientes en donde la obsesión se continuaba en forma de extraños sueños. Tal vez el más raro haya sido aquel en el que se veía a sí misma con forma de porción de pizza cortada en ángulo recto, su cuerpo esponjoso era vorazmente comido por un niño, quien a su vez era deglutido por un pacman (posiblemente “BLINKY”); su boca también triangular era desmesurada y se abría y cerraba sin compasión.
Paradójicamente, ahora en el baño no estaba cansada ni tenía sueño, por el contrario se sentía muy despierta; su mente, nutrida durante la noche en el mundo de las relaciones angulares, parecía prometerle increíbles descubrimientos.
Ana Clara miró por milésima vez la figura del triángulo rectángulo. Estaba obsesionada particularmente con el ejemplo en el que la base mide 3, la altura 4, y la hipotenusa 5.
En Egipto se había comenzado a usar esta relación para construir con ángulos rectos y, según había leído, las pirámides de Giza y todas las construcciones posteriores de la antigüedad, incluso las griegas, basaban su realización en este conocimiento.
3, 4, 5. Pensaba en esa secuencia numérica como en la punta visible de una revelación trascendente y oculta. No podía ser casual la secuencia perfecta, ¿pero cuál era la respuesta a este enigma?
Entonces Ana Clara piyó. Un chorro abundante golpeó contra el agua del inodoro acompañado por ese sonido inconfundible del líquido contra el líquido. Sin embargo, a pesar de la sensación y el ruido, su conciencia no lo percibió; agudizada en ese instante su lucidez, una cadena de razonamientos la hizo susurrar:
“El 3 es la unión del uno hombre y el uno mujer, y si bien son dos, y son uno cuando procrean, son 3 con su prole, es decir que 3 es el número que define la continuidad infinita de la vida.”
Cuando los esfínteres ya relajados dejaban caer las últimas gotitas de orín, tomó el lápiz y en el margen de la hoja escribió: 3+4=7 y 4+5=9. “Entre siete y nueve son los meses necesarios para la gestación, un segmento de tiempo que transforma la inmadurez del feto en la perfección del niño. Entonces los números que componen a este triángulo explican la intención de la vida, y la clave es el 5, la hipotenusa, el vector que cierra el polígono; y así como el arco unido al violín define su música, el valor de este segmento definirá el objeto de la vida. Es el número esencial; el 5 entonces, relacionado con los números anteriores, será, será…”
Pero en ese momento cayó la última de todas las gotas de pis, y en el instante preciso en que golpeó contra la superficie del agua, la luz del baño comenzó a titilar. El ritmo de los destellos era constante, y el contraste entre luces y oscuridades asombrosamente extremo.
Ana Clara se sorprendió, pero no tuvo miedo, había nacido con el estigma de los que creen que habrá en sus vidas un sentido trascendente, no concebía que su existencia pudiese ser como la de los demás, una sucesión monótona de días que terminaban inexorablemente con la muerte; tenía solo quince años y sabía que algo sucedería.
-Ana Clara- la voz se oyó nítida y los tonos graves retumbaron entre las paredes del pequeño baño.
Miró al libro, pues la voz venía desde encima de sus piernas, y vio que en los espacios de las hojas donde antes estaban impresas las fórmulas algebraicas, ahora había letras griegas; letras que formaban palabras y que hablaban con la voz de un hombre.
-Ana Clara, aunque los Dioses nos han concedido poco tiempo juntos, debo presentarme: soy Arquímedes de Siracusa y aquí están conmigo Euclides de Alejandría y Pitágoras de Samos, juntos hemos esperado casi 2.500 años este encuentro.
La niña no se inmutó, realidad y fantasía son cuestiones concernientes a las sospechas, y ella jamás dudaba. A los ocho años un suceso determinante había ocurrido en su vida: sus padres instalaron DirecTV en el televisor de su cuarto, entonces los conocimientos en forma de ondas digitales invadieron su cerebro. ¿Verdadero, falso? ¿Cual es la diferencia cuando la imagen muestra las ideas y los hechos en perfecta definición?
La luz por un momento se había estabilizado, ahora el baño estaba en penumbras y sólo las letras brillaban y decían:
-Ana Clara, millones y millones de hechos relacionados entre sí por leyes que los hombres desconocen, han sucedido para que ahora podamos estar aquí. Ana Clara, nuestra Mesías, no hay preguntas, sólo una que la cobardía de los hombres ha desglosado en miles.
Ana Clara entonces dijo en voz alta: ¿Qué es la vida?, y se contestó luego a sí misma: La vida es el número 5.
-Sí, el número 5 -dijo Arquímedes-, el pentagrama invertido, el quinto elemento, lo sabemos, pero es necesaria tu sabiduría para revelar su significado. Debemos apresurarnos, Ana Clara, todo esto está sucediendo en menos de un nanosegundo, que para nosotros durará un minuto y medio de tiempo relativo; sólo disponemos de este momento para conocer la respuesta. Es que en este nanosegundo todos los líquidos, absolutamente todos los fluidos del Universo estarán en armonía. Hace 25 siglos nuestros cálculos preveían esta coordinación de mareas, esta alineación de cadencias y viscosidades. No tengo tiempo para explicarte todo el proceso, pero tu orina desplazó un volumen de agua equivalente a través del sifón del inodoro, y esto completó un complejo círculo de concordancias. Alguien en este momento en el pueblo de Bougou, en Senegal, no morderá un dátil, las olas del Mar Egeo se están coordinando en una perfecta cadencia que se corresponderá en las mareas del Mediterráneo, y aquí mismo el agua que ha puesto al fuego tu madre no hervirá hasta dentro de 2 segundos. Si tan sólo alguien tragara saliva quebraría esta epifanía, en la que el líquido que compone tu cerebro en una pleamar inducida por el equilibrio de las cosas, ha adquirido la consistencia perfecta de la lucidez.
-Ana Clara -la voz ahora era gruesa y reverberante-, Ana Clara: ¿qué es el número 5?
En tiempos tan cortos que se parecían a la nada, pasaron por su mente infinitas imágenes, mapas, batallas, emociones, colores, una secuencia aparentemente incoherente, pero que Ana Clara ordenó en forma perfecta. Entonces sonrió y sus ojos se pusieron blancos y su voz sonó como la de una santa:
-El 5 no es otra cosa que aquello que estuvo siempre ante nosotros con su presencia constante, aquello que intuíamos en sueños, el 5 es…
En ese momento, la felicidad, la epifanía misma relajó su cuerpo a tal punto que una gotita de pis cayó sobre el agua del inodoro.
-¡NOO! -gritó Arquímedes mientras las letras se desvanecían.
Por un instante, mientras el ambiente recobraba su luz habitual, Ana Clara creyó oír unas palabras en griego que no comprendió.
-El 5 –repitió-, el 5 es… Pero ya no lo sabía, nuevamente pensó en el 3, en el 4 y en el 9. Miró el libro y volvió a repasar las relaciones del triángulo rectángulo. Luego se acordó de que ya estaba comenzando en Animal Planet un documental sobre los delfines que no quería perderse; se limpió y apretó el botón, luego se incorporó, y mientras se oía el sonido del torrente del agua arremolinada llevándoselo todo, también ella, finalmente, salió del baño.
Acabo de cumplir 104 años, y los últimos 100 los viví en una angustiosa crisis existencial sobre el significado del numero 5..........La divina proporción?/El Phi?/Símbolo pitagórico de los principios masculino y femenino?/Símbolo de la libertad?/El número de oro?/Símbolo del matrimonio?/Pentalfa?/Símbolo de la Salud?/La media aritmética de sus equidistantes?......... y justo cuando Ana Clara me lo iba a decir, una Gotita de Pis!!!!!!
ResponderEliminarAsi es Doctor.Szyfres, la aborrecible presencia de lo inesperado arrinandolo todo!!
ResponderEliminarGracias por su comentario
Brillante. Me encantó. Tan cerca de la verdad y una simple gotita de orina nos privó de tanto conocimiento (aunque quizás, pensandolo mejor, quizás haya sido preferible. Vaya a saber que hubieramos hecho de obtenerlo)
ResponderEliminarGran relato.
Genial... mantiene el sspenso hasta el final... la parte de no tragar saliva hace que la contengamos por si acaso... jaja
ResponderEliminarLástima que nos qudamos sin saber qué es el nº 5.... jaja
Muy bueno
Diego: Me alegra mucho que te haya gustado. Ocurrió algo muy interesante después de escribir este relato; y ha sido el enterarme que el N°5 contiene mas misterios y sortilegios de los que yo creía. Si lo hubiese sabido antes, tal vez este cuento no existiría. Gracias por tu comentario. Muy generoso!!
ResponderEliminarREINA: Gracias por tu comentario, también yo esperaba que Ana Clara encontrase la respuesta trascendental, pero no pudo ser. A veces la incontinencia conspira contra la filosofía.
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