lunes, 19 de septiembre de 2011

redención






Me gusta observar a la gente, verla ir y venir gastando su tiempo en la insensata tarea de ocultar el leve peso de sus almas. Cada uno de ellos sabe como yo que nada vale la pena, que todo movimiento es un inútil intento de soslayar lo quieto, y que el cansancio revelará ahora o más tarde la insoportable verdad. Y como todo es tan ingrávido, tan sutil y tan liviano, me place ver que la vida es tan frugal, que perderla o tenerla da lo mismo. Así no tengo miedo, salvo ahora, después de mirar sus ojos verdes con nubecitas que por un instante me confunden. Es tan hermoso este descanso.